martes, 26 de abril de 2022

La Política Exterior de Principios

 En el análisis de las políticas de los países, sobresalen aquellos guiadas a partir de principios. Estas se diferencian de las que se basan en el pragmatismo. Si bien en las práctica se observa a menudo híbridos en el ejercicio de la política exterior, es claro que al menos formalmente, algunos países privilegian el pragmatismo sobre los principios y viceversa. En el caso específico de México y en virtud de que, por razones históricas, existe una larga tradición de apego a ciertos principios de derecho, fueron incorporados a la Constitución Política (art. 89-X) del país:

  • La autodeterminación de los pueblos. 
  • La no intervención.
  • La solución pacifica de las controversias.
  • La proscripción de amenaza o del uso de la fuerza en las relaciones internacionales. 
  • La igualdad jurídica de los Estados.
  • La cooperación internacional para el desarrollo.
  • La lucha por la paz y la seguridad internacional.
Una revisión de los principios referidos remite a los planteamientos idealistas expresados por diversos especialistas  en relaciones internacionales, que se refieren más a un estudio a alcanzar, que a una realidad imperante. Ciertamente esos principios son congruentes con la normatividad internacional, la cual busca que el sistema mundial exista con el menor número posible de distorsiones y amenazas a la paz y la seguridad. Asimismo, México ha abrazado una política de principios dada su realidad geopolítica: es vecino de una potencia mundial, Estados Unidos, y podría verse arrastrado a los conflictos internacionales en que Washington se involucre. Al exaltar principios como la solución pacífica de las controversias y/o la no intervención, México maraca una distancia respecto a los intereses estadunidenses en el mundo. Asimismo, las autoridades nacionales buscan proteger de las eventuales intervenciones que Estados Unidos podría perpetrar en el territorio mexicano por diversas razones y a través de múltiples modalidades. En este sentido, pareciera como si una política exterior de principios obedeciera a la asimetría de poder frente a países con mayores capacidades, y a la necesidad de salvaguardar la supervivencia de la nación, de cara a un mundo conflictivo, violento e impredecible. 

En México, sin embargo, se piensa que esta política de principios puede convertirse en una camisa de fuerza, considerando las limitaciones que plantea al país para actuar en las situaciones más diversas. Otros defienden los principios por considerar que, es la mejor defensa del país ante un entorno internacional como el actual. Para muchos, la política exterior basada en principios, coadyuva a fortalecer la identidad nacional mexicana. Claro que no falta quien considere que los grandes desafíos que encara el país no están afuera, sino en el interior, y que, en este sentido, una política exterior de principios está muy desvinculada de la política interna, y poco coadyuva a la unidad nacional y a la cohesión social. Sea como fuere, la historia de la política exterior mexicana demuestre que, si bien ésta se ha caracterizado por su apego tradicional a ciertos principios, en muchas ocasiones se ha conducido también una política sumamente pragmática, especialmente  en relación a su poderoso vecino del Norte. Esa realidad deja ver que, en realidad, es imposible conducir una política exterior 100 por ciento principista, de la misma forma que tampoco es posible conducir una que invariablemente se a pragmática. 

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